'El flautista de Hamelin'

Escrito por Carlos León Roch, médico colegiado. 27 de agosto de 2024, MARTES.

Acosados aún por esta persistente canícula, revisamos nuestras lejas veraniegas (baldas les llaman los de fuera de aquí) buscando lecturas infantiles y juveniles que nos motivaron en aquellos (¡Ay!) lejanísimos veranos…

Aún recuerdo que la de hoy ( “El flautista de Hamelín”) me perturbó profundamente, al identificarme con aquellos  niños burlados… Y es que desde hace más de cien años, millones de niños de todos los países han sufrido -y sufren- las “musicales” desventuras del cuento recogido por los hermanos Grimm, basada en una leyenda alemana de 1284, en la que se han inspirado novelas, canciones y hasta óperas…
Recuerdo…

Hamelin era -y es- una tranquila ciudad alemana de la Baja Sajonia, de unos 50.000 habitantes situado junto al rio Weses. Aquel año ( 1.284) tenían un grave problema, ya que  la proximidad del rio había producido una  gran  proliferación de ratas, las cuales, entraban en los graneros y las casas, devorándolo todo… Ante ello el Ayuntamiento, incapaz de resolver el problema convocó un concurso -bien premiado- para quien acabara con la plaga…

Y se presentó un joven flautista, caminando lentamente  por las calles, haciendo sonar su flauta…De las alcantarillas, de los sótanos, de los graneros, comenzaron a salir  cientos y cientos  de ratas, “embrujadas” tras el sonido… El flautista salió de la ciudad y sin dejar de tocar  llevó a sus “roedores seguidores” al interior de una gruta, en la que se despeñaron .

¡Por fin Hamelín se habia librado de la plaga. Y el flautista, aplaudido  y alabado por los habitantes se dirigió al Ayuntamiento para recoger el jugoso premio… El alcalde le recibió y también le aplaudió, pero dijo que  todo  había sido demasiado  fácil, y no merecía premio…

El flautista, indignado, abandonó el Ayuntamiento, comenzó a caminar lentamente por las calles de Hamelín, ahora limpias de roedores…y comenzó a tocar su flauta…

De los portales de las viviendas, de las plazas de la ciudad, de los patios de los colegios, comenzaron a acudir niños de todas las edades, entusiasmados por la música de aquel flautista, el cual, entre canción y canción, les iba prometiendo divertidos juegos, premios simplemente por acompañarle, brillantes condecoraciones… Y seguía tocando

El flautista entró en la cueva (donde había eliminado a las ratas) y siguió tocando y prometiendo a los niños que le seguían embaucados…
Todos cayeron allí.
Menos el flautista.
     

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