‘Murillo'
‘Si Velázquez no hubiera existido, Murillo habría sido Velázquez’.
Se cumple este año el 400 aniversario del nacimiento de Bartolomé Esteban Murillo. Sirva este motivo, tan bueno como cualquier otro, para recordar desde aquí a uno de los más insignes pintores de la historia.
Pero antes, retomemos la frase con la que he querido encabezar este artículo. Creo que cualquiera que se tome el tiempo de degustar con paciencia la obra de ambos sevillanos entenderá enseguida lo que he querido decir. No es que pretenda, ni por asomo, insinuar un “mejor” o un “peor”, en el mundo del arte, salvo excepciones, semejantes comparaciones son absurdas y vacías. Aquí no se trata de darle patadas a un balón, también llamado pelota, aquí se unen multitud de factores tangibles e intangibles que hacen que el dilucidar si este fue mejor que aquel acabe siendo, incluso de forma inconsciente, una cuestión subjetiva. Sirva como ejemplo el intento del francés Jean – Baptiste de Boyer en Reflexions critiques sur les différentes écoles de peinture, donde enfrentó de forma “imparcial” a 18 pintores italianos y 18 pintores franceses, ¿adivinan quienes ganaron?.
No, Velázquez y Murillo, Murillo y Velázquez, fueron dos enormes genios como probablemente nunca volverá a conocer la humanidad. Si es cierto que Velázquez parece gozar hoy de una mayor fama entre el gran público, pero esto no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que Murillo era, de largo, el pintor español más admirado en Europa, y casi el único al que se conocía (excepción hecha de Ribera que trabajaba en Italia). En el siglo XVIII su éxito fue en aumento, tomándosele incluso como un precursor del rococó, y este status se mantuvo casi hasta finales del siglo XIX, especialmente en Inglaterra. En aquellas fechas, por aquello de los cambios de gustos, tendencias y modas, su labor deja de ser tan admirada y pasa a ser incluso criticada. Se tachan sus pinturas, por parte de algunos, como excesivamente devotas y tiernas. Se ve que a comienzos del siglo XX en pleno auge de la industria y la “maquinización” no estábamos para ternuras, así nos fue. Pero no se preocupe usted, don Bartolomé, las modas cambian y siempre vuelven y aquí estamos para echarle una mano en lo que precise, ¡faltaría más!
Ahora, sin más, les presento a Bartolomé Esteban Murillo (…)
Para leer el artículo completo: PINCHAR AQUÍ