'La rampa, de nuevo'
En la salida de clase al mediodía del colegio (el Hispania, de la calle del Escorial) habían antaño dos momentos esperados, ansiados e imborrables… Uno era cuando en el paseo de Alfonso XII ('paseo del muelle'), en los primeros días de diciembre, se instalaba el primer feriante, con unos 'caballitos', que nos anticipaban unas divertidas vacaciones. El otro momento lo he revivido este 11 de marzo al pasar por delante de la iglesia de Santa María y contemplar como se estaba colocando la rampa, el imprescindible artilugio que permite la entrada y salida de nuestros magníficos e imponentes tronos.
Y nuestra memoria retrocede a innumerables momentos, como cuando se abren las puertas de la Iglesia, se escuchan los primeros tambores…Y cuando los “punteros” del primer Tercio golpean por primera vez el firme suelo metálico de la Rampa, con ese sonido inconfundible, inolvidable… así Tercio tras Tercio, cada uno con su ritmo (pasos por minutos),particular y característico; Procesión tras Procesión. Y el otro sonido -más sordo- de los Portapasos, marcando el ritmo de sus Capataces (de izquierda-izquierda-derecha…) Y otros sonidos “de la Rampa”, como el de los Músicos. Sin olvidar otros “pasos” característicos que no van por la Rambla, como las de nuestras escoltas militares…
Personalmente, tras muchos años de “hebreo” o nazareno, o de capirote el Miércoles Santo (¡fui el último de toda la Semana Santa en ir alumbrado por cable..!), culminé haciéndolo el Jueves Santo…Inolvidable el sonido sordo de los tambores, junto al -también sordo- de nuestros pasos al salir por la Rampa y el leve tintineo de nuestros hachotes…
En otras procesiones cartageneras, marcados por el inconfundible estilo castrense que nos caracteriza, se desfila pendientes del paso, de la rectitud de la línea, de la distancia al ”compañero…”. Pero en el Jueves, “protegidos” por la oscuridad y el silencio no se está tan pendiente de esas características tan distintivas, y el sonido de la Rampa, al salir, nos invita a dar gracias a Dios, por estar ahí; a recordar a nuestros amados antepasados, a nuestros añorados amigos, a Antoñico, a Ángel, a Federico… A tantos y tantos. Y nos invita a rezar al ritmo sordo del tambor…
“Dios te salve María, llena eres de Gracia…”